Profesionalización docente
Unidad 5. Desafíos de la docencia en el siglo XXI
Tema 7. Líder y modelo valores

Líder.

(Del ingl. leader, guía).

1. com. Persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora.

Real Academia Española http://www.rae.es/

“El liderazgo es una forma especial de influencia relativa a inducir a otros a cambiar voluntariamente sus preferencias (acciones, supuestos y creencias) en función de tareas o proyectos” (Antonio Bolívar).


Los líderes promueven la velocidad y profundidad del cambio y al mismo tiempo conservan aquellos aspectos más significativos de la cultura, valores y normas que son dignos de preservar, Alfredo Rojas en el artículo El liderazgo docente: piedra angular en la educación de calidad en América Latina, indica: “La única manera que tiene un docente de constituirse en líder es que tenga autoridad moral, que tenga credibilidad, infunda confianza, que los niños y niñas lo respeten, que los jóvenes lo sigan. Sólo así se crearán atmósferas de paz y civilidad”.

Si se analiza en detalle a los docentes que tienen autoridad en sus aulas, es decir, que muestran actitudes, comportamientos y rasgos que dan confianza, estabilizan el mundo, crean una atmósfera de cordialidad, paz y civilidad y por esa vía infunden respeto y se les sigue, se podrá constatar que disponen de competencias en dos ámbitos de su ser:

En un mundo en transición, donde el Estado y la sociedad se plantean el abandono de la utilización de los castigos físicos y de la violencia como mecanismos legítimos para corregir, cambiar o educar, donde se fortalece una "cultura de la calle", una neobarbarie para la cual la violencia no solamente es legítima sino necesaria.

¿Qué herramientas quedan a los docentes para construir los climas necesarios que permitan ejercer su labor en las aulas?


El liderazgo del docente en el aula por tanto no radica en su nivel de experto en torno a la docencia y el aprendizaje, sino en su nivel de experto en torno a la capacidad de hacer trabajar a los alumnos y, en concreto, de enseñar al alumnado a que aprenda a hacer lo que necesita saber. Tal vez, modificar pedagógicamente el papel de los estudiantes en sus habilidades de aprendizaje signifique que se vayan apropiando de sus particulares teorías de la acción como aprendices.

El docente en su rol como líder debe impulsar una visión positiva ante las dificultades o retos que pudieran presentarse sin salida. Para lograrlo, es de suponer que sus esfuerzos serán producto de un “querer hacer las cosas bien”, actuando por convicción propia; he aquí el elemento emocional, como potenciador de la actitud del líder, se suma a ello la posibilidad de una entrega al trabajo, de una mayor oportunidad de participación en las diferentes tareas, proyectos o actividades, como reflejo de satisfacción y compromiso por el logro de fines conjuntos creándose una posibilidad para elevar los niveles de calidad y productividad laboral.

Se debe tener presente que el liderazgo es la clave en la transmisión de valores. La integridad, la práctica de la ética, son el resultado de una concepción interna que el líder posee como parte de su bagaje axiológico y que puede proyectarse cuando actúa en coherencia con su modo de expresarse. El líder docente realiza un rol que le demanda convertirse en un modelo o referente para los demás, en tanto la esencia de su labor pertenece al plano formativo dentro del compromiso profesional que le compete ejercer.


David Fischman en su libro El líder transformador, dice: “No se puede enseñar liderazgo personal si uno no es modelo de lo que predica”.

En las organizaciones educativas existen ciertos grados de turbulencia en las interrelaciones personales, a los cuales el líder tendrá que hacer frente con la ecuanimidad y equilibrio necesarios. Muchas veces, se menciona la energía positiva del líder frente a las dificultades, siendo muy importante la forma como enfrente las mismas. En este sentido, la tolerancia psicológica es la capacidad que tiene el líder cuando es capaz de utilizar el sentido del humor como recurso para enfrentar situaciones probables de conflicto.

Es preciso preguntarse si la sabiduría está fundamentada en la autoridad de quien enseña, y sobre todo, a través de sus acciones. Por consiguiente, es muy interesante lo que nos indica Gerardo Remolina en el artículo Sabiduría, autoridad y libertad del maestro: “La verdadera autoridad no violenta a nadie, no obra por imposición, sino por convicción. Su fuerza brota del mismo fondo de la vida”, por tanto, la autoridad es, a diferencia del poder, una fuerza moral que se impone de manera serena y tranquila y es aceptada de buena gana, porque es el fruto de la autenticidad.

  • La autoridad se basa en la experiencia de quien ha transitado por la vida vivenciando los valores con una total coherencia entre lo que dice y hace, lo que exige y da.
  • El docente debe enseñar con autoridad, que significa dominio del conocimiento y fuerza moral que brota de su experiencia y autenticidad.
  • De aquí surge el testimonio de vida y la congruencia de quien comunica un saber.


El profesor del nuevo milenio manifiesta actitudes de liderazgo basado en una cultura humanizante o de desarrollo integral de la persona; está llamado a constituirse como un nuevo ser humano, un acompañante y no un protagonista. El auténtico líder debe tener una nueva filosofía de vida, una concepción prospectiva del mundo y de las relaciones humanas que le permitan vivir con autenticidad, al dar y recibir; de esta manera, coadyuva al desarrollo integral de la sociedad del futuro.

Con el fin de lograr que la educación responda a estas exigencias, es necesario reflexionar sobre la labor educativa que realizan los docentes, quienes en virtud de su misión, cultivan con asiduo cuidado las facultades intelectuales de sus alumnos, desarrollan la capacidad del recto juicio, promueven el sentido de los valores, preparan para la vida profesional, fomentan el trato amistoso entre las personas de diversa índole y condición, contribuyendo a la comprensión mutua para acrecentar las herencias intelectuales, espirituales y físicas. Además, se constituyen en agentes para que la potencia se convierta en acto, o mejor, asisten al otro para que logre ser y realizarse a plenitud.

El docente sabe que está en juego una vida, y eso entraña una gran responsabilidad ética, moral, política y humana. Con estas expresiones se subraya que, al hablar de vida humana, no se limita exclusivamente al aspecto “biológico”, al fenómeno común en los humanos y en los demás seres vivientes, sino precisamente a lo que es más propio del ser humano: desarrollo integral de todas las potencialidades de la persona.

El docente en su rol como líder ha de ser un dechado de valores humanos cuya influencia se expresa en el amor, delegar y dejar hacer, inspirar, mediar, valorar y escuchar, así como tolerar a quienes piensan de modo diferente, educar más con el ejemplo que con la palabra, ser firme en sus opciones y decisiones, motivar a quienes lo rodean para las buenas acciones, modificar o innovar y construir, tener empatía o sinergia con quienes le son afines pero no rechazar ni subestimar a quienes no lo son; comprometerse con audacia en la instauración de un mundo nuevo y de la sociedad del conocimiento con sentido prospectivo, sembrar valores para cosechar valores, tener fe en lo que hace y en lo que espera, dirigir hacia la consecución del bien, generar vida, construir el futuro, dar y compartir, cooperar en el cuidado de la naturaleza, en la lucha por una alta calidad de vida, recibir los frutos de su trabajo, orientar con sabiduría, exigirse a sí mismo para exigir a los demás, persuadir para alcanzar un objetivo, interactuar, lograr que se hagan las cosas, visualizar, transformar; en síntesis, ser competitivo, visionario y excelente. El docente como potenciador de valores debe erigirse como un modelo de virtudes humanas.


Para responder a las exigencias del mundo actual, se necesitan no solamente científicos y técnicos sino, ante todo, hombres y mujeres sabios o maestros que iluminen a los demás y los conduzcan por los senderos de la vida, teniendo como centro del proceso educativo la totalidad de la persona, sin ceñirse al cultivo de estrecha porción intelectual, por razón de lo que enseñan, como lo indica Gerardo Remolina en el artículo Sabiduría, autoridad y libertad del maestro: “Sino que esculpan la escultura íntegra del ser, como el artista el cuerpo entero de su obra, formando el todo, no la parte, respetando en el alumno la insondable solemnidad del ser humano.” Lo anterior significa asistir y presenciar el alumbramiento del aprendizaje que es el descubrimiento de la verdad. El docente real, no tan sólo ideal, se encarga de iluminar mentes y corazones con esa verdad única que no conoce las limitaciones impuestas por el relativismo secular, que es la del aprender a ser persona.

Para complementar lo visto, revisa el siguiente artículo, lo correspondiente al tema: El liderazgo en los procesos de mejora. Evidenciando resultados.